Culiacán, Sinaloa (Café Negro Portal). – La rabia contenida estalló en un rugido de dolor la mañana de este jueves 23 de enero, cuando cientos de ciudadanos enardecidos reventaron las puertas del Palacio de Gobierno en Culiacán, convertidos en un mar de lágrimas y furia tras el brutal asesinato de Gael, Alexander y su padre.
Los manifestantes, vestidos de blanco como un símbolo de su duelo, llegaron con una determinación demoledora. Los guardias de seguridad, testigos impotentes de su desesperación, intentaron contener la marea humana. Pero la indignación y el deseo de exigir respuestas de las autoridades estatales era más fuerte que cualquier barrera.
Con un ímpetu nacido del dolor más profundo, la multitud destrozó los cristales de las puertas principales. El sonido de los vidrios quebrantándose fue como un alarido colectivo de injusticia. Entre los manifestantes, la madre de los pequeños Gael y Alexander, convertida en un símbolo de resistencia, avanzaba con la dignidad de quien ha perdido todo, pero no su voluntad de luchar.
El precio de su dolor fue alto. Al menos dos personas resultaron heridas durante la irrupción, cortadas por los cristales rotos, cada herida un testimonio de la profundidad de su angustia.
La marcha, iniciada en la avenida Álvaro Obregón, era un mar de consignas desgarradoras: “Con los niños NO”, “Justicia para Gael y Alexander”, “Los niños y niñas de Sinaloa merecen un Sinaloa en paz”. Cada paso, cada grito era un tributo a las vidas arrancadas tan cruelmente.
El tercer piso del Palacio de Gobierno se convirtió en el escenario de esta batalla por la justicia. Los manifestantes, en su búsqueda desesperada de ser escuchados, llegaron hasta las puertas de la oficina del gobernador Rubén Rocha Moya.
Con lo que pudieron rompieron parte de la pared de las instalaciones hasta que un funcionario les prometió que serían atendidos, en la medida que desistieran de su intención de destruir el sitio.
Esta no era solo una protesta. Era un grito colectivo que atravesaba las paredes del poder, un clamor por justicia que resonaba más allá de los muros del Palacio de Gobierno.